Esto no es un ataque a un programa de entretenimiento: es un diagnóstico de país. La Casa de Alofoke es el termómetro, no la enfermedad. Y el termómetro nos está marcando fiebre alta.
comunicador y director de La Revista Chocolate.
Quiero ser
claro y honesto: la Casa de Alofoke es un éxito rotundo. Reconozco ese triunfo,
reconozco el genio empresarial de Santiago Matías y la capacidad que tiene de
interpretar lo que las masas quieren consumir. Hoy, guste o no, es el
comunicador más exitoso de la República Dominicana. Ha logrado lo que pocos:
transformar el entretenimiento en un fenómeno social y económico sin
precedentes.
Sin embargo, este triunfo es también un espejo. Y lo que refleja no es a Santiago, sino a nosotros como sociedad. No es un contenido que yo busque de manera habitual, pero sería ingenuo negar su alcance: aunque uno no lo consuma directamente, está presente en todas partes. Los cortes circulan en Reels, en TikTok, en WhatsApp y en cada conversación cotidiana. Es decir, aunque no me siente frente a YouTube a verlo, sé de qué se trata porque forma parte del aire que respiramos en esta generación digital. Y justamente por eso me preocupa: porque la vulgaridad se ha convertido en espectáculo y los antivalores en referencia. Los jóvenes, que aún no distinguen entre personaje y realidad, terminan trasladando lo que ven en pantalla a la calle.