Una Mujer, Una Visión: El Nuevo Rostro Inmobiliario de Nagua
Por: Rafael Enrique Correa.
Del campo al corazón de Nagua
Nació en la comunidad de Las
Gordas, donde su niñez transcurrió entre juegos sencillos y costumbres de
campo. A los 10 años, llegó a Nagua con el corazón lleno de fantasías. Lo que
no imaginaba era que terminaría construyendo una carrera hecha de realidades:
solares, viviendas y, sobre todo, confianza.
Su primer empleo fue como cajera
en Aponte Radio en 1984. Poco después, entró al mundo del comercio detallista,
desempeñándose en tiendas de ropa, perfumerías y boutiques reconocidas de la
ciudad. Durante 37 años se mantuvo activa en este sector, hasta alcanzar un
puesto clave en uno de los centros comerciales más exclusivos de Nagua. Esa
trayectoria en el comercio le permitió ganarse no solo el respeto de sus
colegas, sino también la confianza de toda una comunidad.
Por eso, cuando decidió incursionar en bienes raíces, no empezó desde cero. Su nombre ya representaba trabajo serio, buen trato y credibilidad. Ella no llegó de la nada al mundo inmobiliario: llegó con raíces profundas y un prestigio que había cultivado con constancia, año tras año.
Inversión con propósito: así
empezó en bienes raíces
Su entrada al mundo inmobiliario
no fue planificada. Compraba terrenos para sí misma, por intuición y visión de
futuro. Pero cuando decidió comenzar a vender a otros, comprendió que
necesitaba más que experiencia personal: necesitaba formación.
“No es lo mismo comprar para uno
que asesorar a otros”, confiesa. Estudió leyes, procesos y dinámica de mercado.
Su primera venta fue una finca. Desde entonces, ha sabido que no hay vuelta
atrás.
Escuchar y guiar: su sello
inconfundible
No necesitó imponerse para
abrirse paso. Su forma de conectar fue distinta: escuchar con atención y
acompañar con paciencia. Desde la primera llamada hasta la entrega del título,
sus clientes no sienten que están comprando: sienten que están siendo guiados.
Aunque con humildad dice que “aún
le falta”, su ética y estilo han influido ya en toda una nueva generación de
asesores locales.
Nagua: tierra de futuro y
tranquilidad
Juana observa con visión clara el
crecimiento de la región. Desde el dinamismo comercial del centro de Nagua,
hasta el atractivo turístico de Cabrera o Río San Juan, cada zona tiene su
identidad y su momento.
Muchos clientes vienen del
exterior. Buscan tranquilidad, seguridad y una vida sin el bullicio de zonas
saturadas como Punta Cana o Las Terrenas. “Buscan vivir como gente normal,
hasta con cierto grado de anonimato”, dice, con una sonrisa que lo dice todo.
Sembrar con visión: la plusvalía
emocional
“Un dinero guardado duerme; una
propiedad bien elegida florece”. Así lo resume. Para ella, invertir en Nagua no
es solo una transacción económica: es una manera de dejar legado, de volver a
las raíces, de tener algo propio en una tierra que no olvida.
Invita a los dominicanos ausentes
a mirar su tierra con ojos nuevos. No como el pasado que dejaron atrás, sino
como el terreno fértil donde pueden volver a sembrar.
Un legado con alma y gratitud
“No sé si he llegado al éxito
económico, pero sí sé que hago algo que me llena”, afirma con sencillez. Su
mayor ganancia está en la forma en que sus clientes se sienten: confiados,
tranquilos, escuchados.
Más que propiedades, Juana
entrega certezas. Y más que cifras, deja huellas.
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