Ayer, en La Semanal con la Prensa, el presidente Luis Abinader volvió a mencionar al malecón de Nagua como símbolo de las obras “distribuidas de forma proporcional” que su gobierno impulsa. Y, efectivamente, no hace falta esperar comunicados oficiales: basta una caminata mañanera por la franja costera para constatar el movimiento constante de camiones, palas mecánicas y obreros que cada día dan forma al proyecto.
Pero como veedor y ciudadano, mi deber va más allá de observar: es formular preguntas puntuales que deben tener respuestas claras:
- ¿Cuál es
la fecha exacta de entrega final que hoy está sobre la mesa del
MOPC o del organismo responsable?
- ¿Pueden ponerse
a disposición del público los planos oficiales actualizados, con
las modificaciones definidas tras revisiones internas?
- ¿Dónde
puede el ciudadano acceder al expediente completo (licitaciones, cambios
de diseño, autorizaciones ambientales), para que esta obra no sea un
misterio?
Quiero dejar
claro: Celebrar los avances no excluye exigir claridad. Porque esta obra no es
sólo un símbolo político, sino el nuevo rostro de nuestra ciudad costera. Por
ello, insto a las autoridades locales y nacionales: Que hagan públicos los
documentos, que atiendan solicitudes de veeduría, que permitan visitas técnicas
guiadas, que establezcan cronogramas confiables. El malecón nos pertenece a
todos.
Así, cuando la
obra se inaugure, los nagüeros podremos decir no solo que lo vimos nacer, sino
que acompañamos cada paso con conocimiento, memoria y exigencia. Esa es la verdadera veeduría.
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