Cuando los lujos del poder se
convierten en la carga del comercio honesto
Comunicador y Director de La Revista Chocolate
La
corrupción en República Dominicana no es un rumor: es una herida abierta que
todos pagamos. Hemos visto casos donde incluso familiares de expresidentes han
admitido actos ilícitos y devuelven parte de lo robado como si se tratara de un
simple préstamo. Y en gobiernos actuales también se destituyen funcionarios por
presuntas irregularidades, que muchas veces terminan siendo recolocados en
otras posiciones. La impunidad se repite mientras los lujos del poder se
sostienen con el sudor de quienes trabajan.
Pero ese peso no lo siente igual todo el mundo. El empresario grande, millonario, apenas lo nota. Quien realmente carga la cruz es el micro y el pequeño comerciante: Quien paga una factura de luz cara y recibe un servicio deficiente que daña sus equipos; quien lucha con impuestos como si fuera una multinacional; el emprendedor que espera 80 días por un reclamo bancario o que ve cómo los seguros no responden a tiempo. Ese empresario honesto que intenta crecer desde abajo es quien más sufre.
Este escrito no busca señalar partidos, sino despertar conciencia. No podemos seguir pagando los lujos de la corrupción con nuestra esperanza. Si el poder roba, nosotros producimos; si el poder derrocha, nosotros resistimos; si el poder miente, nosotros seguimos trabajando. Es momento de unirnos, de levantar la voz como comerciantes, empresarios y ciudadanos. Porque la corrupción no solo nos roba dinero: nos roba futuro. Y ese precio no podemos seguir pagándolo.
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