lunes, 6 de octubre de 2025

De lo analógico a lo emocional: El rol de nuestra generación en el cambio


Una reflexión sobre cómo entender y guiar a la nueva generación en tiempos de cambio emocional y digital

Por Rafael Enrique Correa

A veces miro a los más jóvenes y me sorprende la velocidad con que viven. Responden mientras miran una pantalla, opinan en segundos, aman y se desenamoran con la misma rapidez con la que deslizan el dedo. Y pienso: no están vacíos, solo viven en otro ritmo mental.

Nosotros, los de la Generación X, Y y los primeros Millennials, crecimos en otro mundo. Uno donde había que esperar el turno, rebobinar el cassette, llamar desde un teléfono público, escribir cartas, buscar respuestas en enciclopedias. Fuimos testigos de la transición más grande de la historia: del silencio al ruido, del papel a la pantalla, del tiempo lento al tiempo líquido.

Eso nos dio algo que a veces olvidamos: una sabiduría que no viene de los libros, sino de los años vividos. No somos obsoletos. Somos el puente entre lo que fue firme y lo que ahora es veloz.

No se trata de juzgar, sino de entender

Los jóvenes de hoy —Generación Z y Alfa— no piensan como nosotros, y no tienen por qué hacerlo. Su mundo está construido sobre la conexión, la emoción, la inmediatez. No les interesa tanto “obedecer” como entender. No siguen a quien les grita, sino a quien les inspira.

Y eso está bien. Porque si lo pensamos, nosotros también fuimos los rebeldes de nuestro tiempo. Solo que la diferencia es que su rebeldía ocurre frente a millones de espectadores.

Por eso, en lugar de frustrarnos porque “ya no son como antes”, deberíamos preguntarnos: ¿Cómo podemos nosotros —con lo que sabemos, con lo que hemos vivido— convertirnos en guías en lugar de jueces?

 

Tenemos la ventaja del tiempo

Nuestra generación posee algo que ellos aún están construyendo: la experiencia. Sabemos lo que es perder y volver a empezar. Sabemos lo que es esperar, esforzarse sin aplausos, caerse y levantarse. Eso nos da una fortaleza emocional que ellos necesitan ver, no escuchar.

Como afirma Daniel Goleman, la inteligencia emocional no se aprende leyendo, sino viviendo. Nosotros ya la tenemos. Solo debemos usarla con inteligencia: no para corregirlos, sino para acompañarlos.

 

El puente no impone, conecta

Los tiempos han cambiado, pero los valores siguen siendo los mismos: el respeto, la verdad, la disciplina, la fe. Solo hay que traducirlos a un nuevo idioma.

No podemos pedirles que vuelvan a ser como nosotros; el mundo no volverá atrás. Pero sí podemos mostrarles que la libertad sin propósito termina vacía. Podemos enseñarles, con nuestro ejemplo, que hay poder en la calma, belleza en la paciencia y profundidad en las cosas que no se publican.

Cuando un joven siente que lo entiendes, te escucha. Cuando siente que lo juzgas, se cierra. Y ahí está la clave: la empatía abre puertas que la autoridad ya no puede abrir.

 

Nuestra misión: Ser sabios, no nostálgicos

Nos toca evolucionar con inteligencia. Usar nuestra madurez, nuestra memoria y nuestra historia como herramientas de guía, no como armas de crítica. El futuro no se construye mirando hacia atrás, sino hacia adelante, con todo lo aprendido a cuestas.

Somos la generación que conoció la calle y luego el WiFi, que aprendió a escribir a mano y después a teclear, que lloró en silencio y ahora puede comunicar con conciencia. Eso nos convierte en mentores naturales.

No para mandar, sino para inspirar. No para imponer, sino para traducir. No para competir, sino para acompañar.

 

Reflexión final

“Somos la generación que entiende ambos mundos: El que se vivía con el corazón y el que se vive con conexión. Nuestra misión no es resistir el cambio, sino enseñarle al cambio a tener alma.”

“Como diría Erik Erikson, cada generación tiene la tarea de transmitir sabiduría sin sofocar la innovación.”
— Erik H. Erikson, psicoanalista del desarrollo humano.

Sobre el autor

Rafael Enrique Correa
Comunicador y estudiante de Psicología Clínica.

Desde su experiencia en los medios y su formación en psicología, Rafael explora los cambios mentales, emocionales y sociales de la era digital. Su trabajo busca unir generaciones a través del entendimiento y la empatía, recordando que el conocimiento sin amor se vuelve ruido, pero el amor con conocimiento se convierte en guía.

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