
Turistas recorren en bote la Laguna Gri-Gri de Río San Juan, remozada en 2024 y hoy convertida en uno de los principales atractivos de la Costa Norte.Rafael Enrique Correa.
Un juramento desde los acantilados para no perder la memoria en medio del lujo.

Comunicador y Director de la Revista Chocolate
Al amanecer,
cuando los botes cortan el Atlántico y la Laguna Gri Gri despierta con su canto
de aves, Río San Juan parece el mismo de siempre. Huele a mar, a manglares, a
pescado cocinado en leña. Pero sobre esos acantilados que guardaron la infancia
de generaciones, hoy se escribe un capítulo distinto: El del turismo de ultra
lujo.
No se trata solo de hoteles y villas. Se trata de un destino que el mundo ya contempla con respeto. Amanera, inaugurado en 2015 como el primer Aman del Caribe, impuso el sello del lujo silencioso y de baja densidad. ÀNI Private Resorts, con su modelo único en el que una sola familia ocupa toda una península por tarifas que rondan los 16,000 dólares la noche, convirtió la exclusividad en un arte. Y el Playa Grande Golf & Ocean Club, con sus hoyos abrazados por el Atlántico y renovados en 2018 por Rees Jones con más de 10 millones de dólares, situó a la región en los mapas del golf mundial.
El eco más
reciente llegó en 2025: El ministro de Turismo David Collado y el empresario
Alex Rodríguez anunciaron mil millones de dólares para desarrollar más de 500
villas y condominios de ultra lujo entre Río San Juan y Cabrera. Según el
MITUR, esta inversión proyecta más de 10,000 empleos directos e indirectos y
consolida a la Costa Norte como contraparte de Punta Cana. La OMT (2024)
recuerda que el turismo de lujo puede generar hasta un 40% más de empleos indirectos
que el masivo, siempre que la comunidad forme parte del proceso. Esa es la clave que aquí está en juego.
La memoria detrás del brillo
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Vista panorámica de Playa Los Minos en Río San Juan, uno de los balnearios más visitados por locales y turistas. Rafael Enrique Correa. |
Pero más allá
de las cifras y promesas, late otra memoria. Yo soy testigo de aquel Río San
Juan de redes y cosechas sencillas, de un pueblo que vivía del ganado, del coco
partido en la playa, de la abundancia inagotable del mar.
Nuestros lujos
eran naturales: Los Mino, Los Guardias y Los Muertos; más allá, Caletón, Playa
Grande, Playa Preciosa y la Piscina Natural. Allí crecimos entre la brisa y las
olas, convencidos de que el mundo terminaba en el horizonte azul.
Lo que fue
refugio local empezó a convertirse en vitrina global, y con ello llegaron los
primeros contrastes: Las playas de la infancia comenzaron a convivir con
proyectos que hablaban otro idioma, el de la inversión y las estadísticas.
De secreto local a escenario global
El tiempo abrió esas aguas a miradas lejanas. Aquel rincón escondido se convirtió en escenario global. Llegaron celebridades en silencio: Jennifer López, que eligió la bahía de Cabrera para parte de la película Shotgun Wedding; Michael Jordan, visitante recurrente de las villas privadas; Sandra Bullock, atraída por la discreción y el verde intacto de la costa. Mark Wahlberg fijó residencia en Cabrera, y Kim Kardashian escogió la costa norte para escapadas familiares.
Con ellos
llegaron también las cámaras. Shotgun Wedding puso a Playa Grande en los
créditos internacionales, pero no fue la única producción. Documentales de National
Geographic, sesiones fotográficas de Vogue y comerciales de alto
presupuesto se han rodado en la franja atlántica de María Trinidad Sánchez. La
Laguna Gri Gri, los acantilados y las playas vírgenes revelaron al mundo un
secreto que los locales guardaban como tesoro.
La Costa Norte
apareció en catálogos de turismo cinematográfico promovidos por DGCine y el
Bureau de Cine. Y mientras Punta Cana concentra más del 60% de las llegadas
internacionales, Río San Juan levanta la bandera de una contrapropuesta: Un
modelo cercano al de Turks & Caicos o Saint Barth, donde la privacidad y la
personalización pesan más que la multitud.
Juventud ante un nuevo destino
Ese cambio no
solo se mide en visitantes famosos. Se mide en los sueños de nuestra juventud.
Antes, los muchachos heredaban el anzuelo de sus padres. Hoy aprenden inglés,
informática, hospitalidad y gastronomía. Se forman como sommeliers, chefs,
guías bilingües, caddies, gerentes de villas privadas.
Según la
Asociación de Hoteles del Norte, los salarios en turismo de lujo duplican el
promedio provincial, donde el ingreso mensual ronda los 18,000 pesos (ONE,
2024). Para muchos jóvenes, esto ha significado la primera oportunidad real de
movilidad social.
Mientras una
villa privada se alquila en 16,000 dólares la noche, un joven gana en promedio
18,000 pesos al mes. Esa brecha es el verdadero reto del desarrollo.
El turismo ha
traído orgullo, empleo y posibilidades. Pero también preguntas difíciles: ¿Cómo
asegurarnos de que esa prosperidad no nos robe la esencia?
El Estado, por
su parte, ha dejado huellas concretas. En marzo de 2024, el presidente Luis
Abinader inauguró el muelle turístico y pesquero de Playa Los Barcos con una
inversión de RD$183 millones, calificándolo como “una necesidad de la
comunidad”.
Pedro De la
Cruz, pescador de toda la vida, me contó que antes debía remar de madrugada
hasta otro puerto para vender su captura. “Ahora llego más rápido, y me queda
tiempo para volver a casa con mis hijos”, dijo sonriendo. Esa es la verdadera
medida de la obra.
Ese mismo año,
el ministro de Turismo David Collado entregó el remozamiento de la Laguna
Gri-Gri con RD$76.9 millones a cargo de CEIZTUR. Lo definió como una obra que
“ha llegado para cambiar la vida de toda una provincia”.
“Ahora sí
siento que el turista puede ver la laguna como yo la veía de niño”, me dijo
Juan Carlos, guía de bote con más de veinte años en el agua. Su testimonio pesa
más que cualquier cifra: Es la confirmación de que la obra solo vale si se
traduce en dignidad para quienes viven de ella.
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Turistas partiendo a una excursión en bote por la Laguna Gri Gri, uno de los principales atractivos de Río San Juan. Rafael Enrique Correa. |
Y en septiembre
de 2025, Collado regresó para iniciar la reconstrucción de la plaza de
vendedores en Playa Los Mino, con RD$33.9 millones destinados a dignificar el
comercio local. Más allá del acto inaugural, su éxito dependerá de lo que
cuente la vendedora que hoy sueña con un espacio limpio y seguro donde ofrecer
sus productos, y del visitante que pueda sentir en esa plaza la autenticidad de
un pueblo que no se disfraza para el turista.
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Proyecto de reconstrucción de la Plaza de Vendedores en Playa Los Minos. Rafael Enrique Correa. |
Tres obras,
tres protagonistas distintos. Pero al final, lo que determinará su valor no son
las palabras de las autoridades, sino las voces de la comunidad: Los
pescadores, los guías, los comerciantes y los jóvenes que esperan que el
desarrollo sea herencia y no espejismo.
Entre esas
voces también está la de Rafael Andrés Pérez Mendoza, presidente de la
Asociación de Vendedores de Playa Los Minos, testigo reciente de esa cercanía.
Recuerda con entusiasmo la visita del ministro de Turismo, David Collado, quien
les aseguró que nadie los sacará de su espacio y que se les dotará de casetas
dignas, con agua, electricidad y condiciones adecuadas para recibir visitantes
de alto nivel. “Nos sentimos fortalecidos porque por primera vez un ministro
vino a hablarnos claro, a garantizarnos que seremos parte de este proceso y que
podremos trabajar con más orden y limpieza”, me dijo Pérez Mendoza, con la
esperanza de que esta vez las palabras se conviertan en realidad.
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Rafael Andrés Pérez Mendoza, presidente de la Asociación de Vendedores de Playa Los Minos. Rafael Enrique Correa. |
La mirada hacia FITUR 2027
En ese mismo
horizonte de cambios surge un desafío mayor: La mirada puesta en FITUR 2027, la
feria internacional de turismo que cada enero convierte a Madrid en el
epicentro de la industria mundial. En septiembre de 2025, en Playa Los Minos,
autoridades, empresarios y líderes comunitarios de María Trinidad Sánchez
juramentaron un comité provisional con la meta de asegurar la presencia de la
provincia en este escaparate global.
“Esta es una
oportunidad histórica que no podemos dejar escapar”, dijo el empresario
cabrereño Fermín Acosta, mientras recordaba que un protagonismo en FITUR
significaría atraer inversión, generar empleos y mostrarle al mundo que Río San
Juan y Cabrera no son solo playas de lujo, sino pueblos de cultura viva,
capaces de abrazar el futuro con dignidad.
Pero más allá
de la vitrina en Madrid, la apuesta tiene un alcance mayor: Posicionar a la
Costa Norte como modelo caribeño de turismo de bajo impacto, donde la
exclusividad no excluya a la comunidad y donde la cultura sea parte del lujo.
Lo que se logre aquí podría convertirse en referente para destinos que
enfrentan los mismos dilemas —desde Jamaica hasta Santa Lucía—, demostrando que
la República Dominicana no solo recibe turistas, sino que también puede liderar
con visión y ejemplo en la región.
Lo que pase en
Río San Juan y Cabrera no será solo historia local: Puede convertirse en prueba
de fuego para el turismo dominicano en su conjunto, un espejo ante el mundo de
cómo el país maneja la tensión entre inversión y memoria.
Las sombras del desarrollo
Porque junto a
la esperanza también acechan sombras.
- Gentrificación: Las
rentas ya no hablan en pesos, sino en dólares. En Cabarete y Las Terrenas,
un apartamento frente al mar cuesta entre 80 y 150 dólares por noche. Lo
que antes era un alquiler de largo plazo para una familia local hoy se
triplicó en apenas seis años. El informe inmobiliario 2025 de Corotos
confirma lo que la gente ya siente en los bolsillos: Las casas subieron un
245% y los apartamentos un 170% desde 2019. Cabrera empieza a respirar esa
presión, como una ola silenciosa que empuja a los de siempre hacia afuera.
- Erosión de
acantilados y manglares: Donde el mar golpea con fuerza, las construcciones
avanzan con más prisa que la naturaleza. El Instituto Geográfico Nacional
documenta playas que retroceden por el cemento sin control. En 2024, Medio
Ambiente reportó la pérdida de 223 tareas de mangle rojo en El Estillero,
Samaná. La Alianza Mundial de los Manglares recuerda un dato que duele: El
62% de las pérdidas en República Dominicana se debe a la mano humana. Cada
raíz cortada es un muro menos frente a las tormentas.
- Acceso libre a las playas: La Ley 305-68 garantiza los primeros 60 metros como espacio público, pero en la práctica la gente tropieza con verjas, casetas y guardias. Casos como el hotel Playa Palmera en Uvero Alto o las denuncias en Macao muestran que el derecho de todos choca con la propiedad de unos pocos. En 2023, residentes de Macao denunciaron desalojos forzosos para dar paso a proyectos privados, un espejo cercano de lo que podría ocurrir en otros puntos del país si no se respetan las leyes.
- Tentación
de folklorizar la cultura: Convertir lo nuestro en un simple espectáculo. La
UNESCO advierte: Vaciar una tradición de su contexto equivale a despojarla
de memoria. El Carnavarengue, la música de palos, el pescado frito en leña
no son shows para turistas: Son la vida misma, son la herencia de un
pueblo.
Estas
advertencias no son fantasías. Son espejos. Ya otros destinos caribeños vieron
cómo entre hoteles y verjas se les fue el alma. Río San Juan, Cabrera y toda la
Costa Norte todavía están a tiempo de no repetir esa historia.
El deber de la vigilancia
La respuesta
nos involucra a todos. No basta con decretos ni discursos. Lo que está en juego
no es solo el paisaje: Es la identidad misma de María Trinidad Sánchez.
Cabrera, Nagua, El Factor y Río San Juan deben caminar juntos.
El Gobierno,
Medio Ambiente, ayuntamientos, empresarios, universidades, periodistas y
comunidad tienen cada uno un rol ineludible. Sin la vigilancia ciudadana, sin
los pescadores, las vendedoras, los jóvenes, los artistas y los campesinos, el
lujo será fachada. Con ellos, el desarrollo puede ser orgullo.
El deber de la
vigilancia no es un lujo: Es un acto de amor. Y también un compromiso con los
Objetivos de Desarrollo Sostenible: El ODS 8 (Trabajo decente), el ODS 11
(Ciudades sostenibles) y el ODS 14 (Vida submarina). Desde este rincón del
Caribe, la responsabilidad local se enlaza con la agenda global.
Cultura que resiste
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Máscara tradicional del Carnavarengue de Río San Juan, inspirada en criaturas marinas. Rafael Enrique Correa. |
Río San Juan no
es solo villas de millones ni campos de golf. Su verdadera riqueza late en una
cultura que no cabe en catálogos.
Es el
Carnavarengue, carnaval nacido del mar en los años setenta, donde las máscaras
se inspiran en peces y criaturas marinas, recordando que este pueblo nunca ha
vivido de espaldas al océano.
Es la mesa
humilde que se arma bajo de grandes árboles, el fogón que dora un pescado en
leña, el ganado que sigue alimentando familias.
Es el mural que
cuenta historias en una pared sencilla, el saludo franco del pescador, la
sonrisa de la vendedora de empanadas, la música improvisada que convierte
cualquier tarde en fiesta.
Nuestra cultura
no es espectáculo de ocasión: Es resistencia. Cada careta pintada, cada plato
de comida criolla, cada canción que brota sin micrófono es una forma de
mantener viva la dignidad frente al oleaje del turismo global.
Y en medio de
esa riqueza cultural que resiste, surge la voz de quienes la sostienen día a
día, recordándonos que la tradición también necesita futuro.
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| Eddy Vargas, presidente de la Asociación de Artesanos, Vendedores y Caseteros de Río San Juan. Rafael Enrique Correa. |
Su voz revela
una paradoja: La comunidad no rechaza el turismo de alto nivel, al contrario,
lo desea, pero lo quiere inclusivo. Lo que esperan es que los proyectos creen
rutas que conecten al visitante con el pueblo, como ocurría en otros tiempos,
cuando el turismo de Resort sí involucraba la ciudad. “Si van a construir 500
villas, ¿por qué no se exige que parte de esa inversión incluya artesanos
locales en la decoración, en el arte que cuelga en sus paredes, en el
mobiliario que cuenta nuestra historia?”, cuestiona Vargas.
Es una demanda
sencilla pero poderosa: Que el lujo no pase de largo, que entre al corazón de
la comunidad y la haga parte del relato.
Manifiesto final
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| Letrero de bienvenida a Río San Juan, conocido como la ‘Perla del Atlántico’. Rafael Enrique Correa. |
Desde los
acantilados del futuro levantamos esta voz, no como súplica, sino como
juramento. Sí al turismo
de ultra lujo, pero un sí con raíces profundas, con dignidad que no se negocia
y con conciencia que no se vende.
Que Cabrera,
Nagua, El Factor y Río San Juan no se arrodillen ante el brillo pasajero, sino
que conviertan este desarrollo en herencia para sus hijos. Que estar “de moda”
no signifique disfrazarnos para el turista, sino desnudarnos de orgullo y
mostrar al mundo nuestra verdad.
Porque Río San
Juan no será jamás un escenario vacío, sino un pueblo vivo que canta, que
resiste y que abraza el futuro sin renunciar a su memoria.
Y aquí estoy
yo, como testigo y como guardián, comunicador y ciudadano, dispuesto a velar
porque cada promesa se cumpla, porque cada obra sirva a la gente y no a la
vanidad del momento.
Aquí me quedo,
no como espectador, sino como sereno de pueblo. Porque mientras el Atlántico siga
golpeando estos acantilados, el lujo será pasajero, pero nuestra memoria será
eterna.
Este es nuestro
pacto con la historia. Y nosotros, como pueblo, nos quedamos en guardia.
Si algún día
los turistas olvidan nuestras playas, que no olviden jamás que aquí hubo un
pueblo que se levantó como vigía de su memoria. Ese será nuestro verdadero
legado: Ser el faro humano que alumbra el Atlántico.
Porque defender
Río San Juan no es solo defender un rincón: Es defender la dignidad dominicana
ante el mundo.
¿Queremos ser
un recuerdo más del turismo global, o el ejemplo de un pueblo que supo crecer
sin perderse?
Fuentes consultadas: Oficina Nacional de Estadística (ONE), Organización Mundial del Turismo (OMT), Ministerio de Turismo (MITUR), Comité Ejecutor de Infraestructuras Turísticas (CEIZTUR), informes inmobiliarios de Corotos (2025).








Muy buena revista y de amplio contenido. felicidades
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