viernes, 19 de septiembre de 2025

La casa que heredarán nuestros hijos: sostenibilidad y esperanza dominicana

Vista aérea de la desembocadura del río Nagua. La imagen pertenece 
a Dennis Rivera y fue publicada originalmente en Diario Libre.

Por Rafael Enrique Correa
Comunicador y Director de La Revista Chocolate

Al caer la tarde, cuando el sol tiñe de oro las aguas del Atlántico en Nagua, uno no puede evitar pensar que este paisaje es un préstamo, no una posesión. Nuestra casa grande, la Tierra, no nos pertenece: nos fue confiada. Y como cualquier hogar, se deteriora si no la cuidamos.

Leyendo el libro La Responsabilidad por un Mundo Sostenible (Aznar & Ull), comprendí que sostenibilidad no es un tecnicismo académico, sino la forma en que decidimos habitar la isla y heredársela a quienes vendrán. Como dice la Palabra: “Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella” (Salmos 24:1). Somos administradores, no dueños absolutos.

 

El espejo que nos devuelve la realidad

En la asignatura Ser Humano y su Desarrollo Sostenible, bajo la guía del facilitador Amable Solís de los Santos, recibí una enseñanza sencilla pero contundente: el conocimiento sin acción es estéril. Y basta mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que la acción es urgente.

En República Dominicana, según datos del Ministerio de Medio Ambiente, cada día se generan más de 11,000 toneladas de residuos sólidos, de las cuales apenas un 8% se recicla. Mientras tanto, en las zonas turísticas un solo resort puede gastar más agua en un mes que todo un barrio popular de Nagua. Esa brecha es el rostro de la insostenibilidad: exceso en un extremo, escasez en el otro.

 

Historias que enseñan más que cifras

Un padre que lleva a su hijo al río Nagua le dice:
—“Aquí pesqué con tu abuelo. Si lo cuidamos, tú también podrás pescar con tus hijos.”

Ese gesto enseña más que cualquier gráfico de estadísticas. Nos recuerda que la sostenibilidad no es teoría, sino cultura heredada. Así como el justo cuidaba de sus animales en tiempos bíblicos (Proverbios 12:10), hoy nos toca cuidar el agua, los manglares y los hijos que dependen de ellos.

Y no es solo un asunto del presente. “El bueno dejará herencia a los hijos de sus hijos” (Proverbios 13:22). La sostenibilidad no es otra cosa que esa herencia: un legado vivo que se transmite de generación en generación.

 

Lo que podemos hacer desde ya

El libro y la vida coinciden en lo mismo: el cambio empieza en lo pequeño.

  • En la casa, apagar luces innecesarias, reducir plásticos, enseñar a los hijos a no desperdiciar agua.
  • En la escuela, sembrar huertos, organizar debates sobre justicia ambiental, visitar la Laguna Gri-Grí para aprender a valorarla.
  • En la comunidad, impulsar jornadas de limpieza y reforestación, como las que ya realizan grupos juveniles.
  • En el sector privado, promover un turismo que sume, no que arrase.

Como recordó Jesús: “El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel” (Lucas 16:10). Esa fidelidad cotidiana es la semilla de un futuro sostenible.

 

Ética entre generaciones

Los autores llaman a esto “ética intergeneracional”. En palabras simples: preguntarnos qué herencia vamos a dejar. ¿Queremos que nuestros nietos reciban un planeta como bicicleta prestada, con cadena rota y llantas pinchadas? ¿O uno cuidado, listo para seguir rodando?

 

El compromiso de nuestra generación

Hoy más que nunca, República Dominicana está en la encrucijada. Tenemos playas únicas, montañas fértiles y comunidades que viven del mar y la tierra. Pero también tenemos presión turística, basureros desbordados y ríos amenazados.

El reto no es menor: demostrar que podemos crecer sin destruirnos. Que podemos ser un pueblo que recibe turistas con dignidad, pero que también honra a sus hijos y nietos con un hogar sano.

 

La pregunta que queda

La sostenibilidad no es una moda ni un discurso; es supervivencia con propósito. Si no actuamos ahora, nuestros nietos no heredarán playas ni montañas, sino ruinas.

Entonces la pregunta, que es también compromiso, queda en el aire:

¿Queremos ser recordados como la generación que agotó su casa común, o como la que devolvió orgullo y esperanza a nuestra tierra?

 

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Comunicador con 21 años de experiencia. Director de La Revista Chocolate. Especialista en temas sociales, económicos, culturales y políticos del noreste de la República Dominicana. Miembro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) y de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (ADOMPRETUR). Miembro certificado de la International Federation of Journalists (IFJ). Reconocido como una de las voces más activas en la promoción del turismo y el desarrollo comunitario de María Trinidad Sánchez y la Costa Norte, donde combina una comunicación rigurosa y comprometida con una narrativa cultural que conecta comunidad, diáspora e identidad dominicana.


  

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