Las Terrenas ha
llegado al punto decisivo de su historia. Ya no es un pueblo pesquero olvidado
ni un secreto de viajeros curiosos, pero tampoco es aún una ciudad
estructurada, sostenible y preparada para el futuro. Nos encontramos en un
cruce de caminos donde el crecimiento puede transformarse en prosperidad o en
caos irreversible. Y hoy, como dominicano responsable de mi tierra y como
comunicador que ha visto nacer y evolucionar esta comunidad, siento el deber de
dejar un documento que sirva como guía, referencia y advertencia para las
próximas generaciones.
Lo que expongo aquí no nace de ideologías ni intereses. Nace de observar, de escuchar, de caminar las calles que ya no se pueden caminar, de respirar un aire que a veces se llena de ruido, de ver a dominicanos y extranjeros que aman este lugar vivir preocupados por el rumbo que hemos tomado. Y nace también del reconocimiento sincero de que Las Terrenas creció por una combinación única: el trabajo dominicano y la visión, retiro y capital de cientos de extranjeros que confiaron en este paraíso cuando todavía no aparecía en los mapas turísticos modernos.
Hoy ese modelo —único
en República Dominicana— está en riesgo. El turismo residencial, que es la
verdadera identidad de Las Terrenas, puede perderse si no se implementa un
sistema de gobernanza inteligente, mixto y consultivo, donde dominicanos y
residentes internacionales participen en la planificación del territorio. No
para votar, no para gobernar, no para sustituir autoridades, sino para aportar
desde la experiencia, la visión, el respeto y el amor por la ciudad que
eligieron como hogar.
La Constitución
dominicana, en su artículo 22, establece con claridad que el voto es un derecho
de los ciudadanos dominicanos. Y la Ley 176-07 indica que la administración
municipal es responsabilidad exclusiva de dominicanos. Eso no se discute. Ese
es nuestro orden, nuestra soberanía y nuestra identidad. Pero esa misma Ley
176-07 abre las puertas para que los ayuntamientos integren a organizaciones
comunitarias, cámaras empresariales, sectores productivos y asociaciones
civiles en mesas consultivas permanentes. Y la Ley 107-13 obliga a las
autoridades a recibir y responder propuestas formales de estos organismos. Es
decir: existe un marco legal contundente para construir un Consejo Consultivo Turístico-Residencial de Las Terrenas, un órgano
civil, técnico y permanente donde la comunidad extranjera tenga voz reconocida
y el municipio gane aliados formales en la planificación urbana.
La urgencia de esto
no es política, es de supervivencia del destino. Las Terrenas enfrenta
problemas graves que no pueden seguir esperando: el desorden urbano, las aceras
ocupadas, la falta de drenaje pluvial, la contaminación sónica, el colapso del
sistema de cloacas, la destrucción acelerada de áreas verdes, la construcción
sin densidad controlada, la invasión del espacio público y la expansión
turística sin un plan maestro. Lo que hoy vemos en Playa Bonita, Punta Poppy,
Las Ballenas y alrededores no es crecimiento: es advertencia.
El ruido, por
ejemplo, no es una queja superficial. La Organización Mundial de la Salud
establece límites de decibelios que, al ser sobrepasados, afectan la salud
mental, elevan la presión arterial, desregulan el sueño y deterioran la calidad
de vida, especialmente en adultos mayores. Y Las Terrenas, que es un destino de
retiro internacional, está violentando ese principio diariamente. La Ley 64-00
y sus normativas de ruido existen, pero no se aplican. Un Consejo Consultivo
podría documentar, monitorear, presentar estudios y presionar
institucionalmente para que el ordenamiento se cumpla sin afectar el comercio.
Lo mismo ocurre con
la planificación territorial. La Ley 202-04 protege ecosistemas costeros; la
Ley 1-12 sobre Estrategia Nacional de Desarrollo exige sostenibilidad; la Ley
141-97 sobre descentralización municipal promueve participación; y sin embargo,
Las Terrenas avanza con desarrollos acelerados sin evaluar la capacidad de
carga, la movilidad, la regeneración urbana o la protección paisajística que un
destino de turismo residencial exige. Aquí no estamos hablando de llenar
habitaciones ni de aumentar la llegada de turistas de fin de semana. Estamos
hablando de preservar el paraíso donde miles de familias dominicanas y
extranjeras viven todo el año.
Este mismo problema
lo vivieron otros destinos del mundo que se parecen a Las Terrenas. San Miguel
de Allende tuvo que crear un Consejo Consultivo de Residentes Extranjeros para
evitar su colapso urbano. Marbella creó un Consejo de Residentes Internacionales
para equilibrar intereses. Tamarindo y Nosara en Costa Rica desarrollaron
juntas mixtas permanentes para manejar drenaje pluvial, densidad y protección
ambiental. Y en Bali, los comités comunitarios de expatriados y locales
influyen directamente en la planificación sostenible de las zonas más frágiles.
Las Terrenas tiene la
oportunidad —todavía— de evitar el destino de Tulum, que pasó del paraíso
bohemio al colapso ambiental; de evitar el error de Puerto Viejo, que dejó
crecer el ruido hasta expulsar a sus propios residentes; de evitar la
saturación que vivió Bavaro en sus primeros años. Pero
esa oportunidad no durará mucho más.
Por eso este
documento no es una opinión. Es un llamado. Un manifiesto para que, dentro de
20, 30 o 50 años, cuando alguien busque quién levantó la voz antes de que fuera
tarde, encuentren estas palabras y entiendan que hubo un sector de esta
comunidad e intelectuales locales que vieron venir el problema y propusieron
una solución viable, legal y necesaria.
Mi propuesta es
simple: Las Terrenas debe crear un Consejo
Consultivo Turístico-Residencial, un órgano civil permanente, reconocido por el
Ayuntamiento, integrado por dominicanos, empresarios locales, juntas de
vecinos, asociaciones de residentes extranjeros, urbanistas, ambientalistas y
técnicos. Su función no es política: es asesorar, vigilar, proponer,
documentar y garantizar que el desarrollo urbano se haga con respeto, ciencia y
sostenibilidad. El ayuntamiento mantiene el mando. Pero la comunidad gana una
voz. Y la ciudad gana un futuro.
Si no se crea ahora,
Las Terrenas puede enfrentar en 15 años un deterioro similar al de destinos que
perdieron su esencia por falta de planificación. Pero si se crea, este pueblo
podrá convertirse en el modelo de convivencia más avanzado del Caribe: un lugar
donde locales y extranjeros no solo viven juntos, sino que construyen juntos.
La historia recordará
este momento. Y lo que hoy propongo no es un capricho ni un gesto de alarma. Es
una hoja de ruta para que Las Terrenas no sea un monumento al desorden, sino un
referente mundial de turismo residencial sostenible. Porque un pueblo hermoso
sin planificación es un accidente. Pero un pueblo hermoso con visión es un
legado.
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Si deseas una semblanza para boda, aniversario o despedida; una biografía familiar o empresarial; o un reportaje sobre tu negocio o proyecto, puedes escribirme al 809-584-1220 (solo mensajes).
Historias con alma.
Textos que permanecen.


Llegue aquí hace 38 años y construí mi casa hace 37. Conozco y amo Las Terrenas.
ResponderEliminarAdemás de felicitarle por la impecable redacción de su artículo, agradezco y comparto plenamente la aportación de su propuesta.
Lejos de catastrofismos, creo que efectivamente Las Terrenas está a tiempo de modificar su inercia, una inercia que si no se detiene la llevara a perder esa esencia que la ha convertido en un lugar especial y diferente en las costas del mundo, donde la naturaleza es compartida por una sociedad plurinacional.
El progreso de cualquier comunidad enfrenta bienestar y sostenibilidad, libertad y seguridad. Dilemas que deben resolverse con decisión y como usted plantea, con participación. Son muchos los intereses encontrados en el corto plazo. Pero no tantos los de los que pensamos a largo plazo.
El progreso se convierte en una palabra hueca y vacía, si no se establece un modelo y un objetivo al que dirigirse, hacia el que progresar. No sé si es progreso aumentar la densidad urbana, convertir bellos caminos en asfalto, vivir en edificios de 5 plantas frente al mar, y en todo caso son paradigmas discutibles. Y de eso se trata.
La política vive en el corto plazo; las consecuencias de sus decisiones las van a pagar o gozar, perjudicar o beneficiar, a los que aún no han nacido, y estos no votan.
Creo sinceramente que es perfectamente viable que el progreso de Las Terrenas sea sostenible y sus beneficios no sean solo sean cuantificables económicamente. La inversión se nutre del beneficio, y este no debería ser solo económico ni cortoplacista.
Hace unas semanas hablaba con un regidor del ayuntamiento de San Miguel de Allende, y coincidíamos en que la democracia no se puede limitar a depositar un voto en una urna cada x años. La democracia más allá de un sistema de gobierno, es una forma de convivencia que se ha practicar día a día.
Su propuesta es una aportación muy interesante. Le animo a trabajar para que esta pequeña babilonia, revierta el camino hacia su decadencia y siga por la senda que la convirtió en un lugar especial. Cuente conmigo.
Nito Foncuberta
Llegue aquí hace 38 años y construí mi casa hace 37. Conozco y amo Las Terrenas.
ResponderEliminarAdemás de felicitarle por la impecable redacción de su artículo, agradezco y comparto plenamente la aportación de su propuesta.
Lejos de catastrofismos, creo que efectivamente Las Terrenas está a tiempo de modificar su inercia, una inercia que si no se detiene la llevara a perder esa esencia que la ha convertido en un lugar especial y diferente en las costas del mundo, donde la naturaleza es compartida por una sociedad plurinacional.
El progreso de cualquier comunidad enfrenta bienestar y sostenibilidad, libertad y seguridad. Dilemas que deben resolverse con decisión y como usted plantea, con participación. Son muchos los intereses encontrados en el corto plazo. Pero no tantos los de los que pensamos a largo plazo.
El progreso se convierte en una palabra hueca y vacía, si no se establece un modelo y un objetivo al que dirigirse, hacia el que progresar. No sé si es progreso aumentar la densidad urbana, convertir bellos caminos en asfalto, vivir en edificios de 5 plantas frente al mar, y en todo caso son paradigmas discutibles. Y de eso se trata.
La política vive en el corto plazo; las consecuencias de sus decisiones las van a pagar o gozar, perjudicar o beneficiar, a los que aún no han nacido, y estos no votan.
Creo sinceramente que es perfectamente viable que el progreso de Las Terrenas sea sostenible y sus beneficios no sean solo sean cuantificables económicamente. La inversión se nutre del beneficio, y este no debería ser solo económico ni cortoplacista.
Hace unas semanas hablaba con un regidor del ayuntamiento de San Miguel de Allende, y coincidíamos en que la democracia no se puede limitar a depositar un voto en una urna cada x años. La democracia más allá de un sistema de gobierno, es una forma de convivencia que se ha practicar día a día.
Su propuesta es una aportación muy interesante. Le animo a trabajar para que esta pequeña babilonia, revierta el camino hacia su decadencia y siga por la senda que la convirtió en un lugar especial. Cuente conmigo.
Nito Foncuberta
Estimado Nito:
EliminarRecibo su mensaje con profundo aprecio. Sus palabras no solo honran el artículo, sino que enriquecen la conversación que Las Terrenas necesita con urgencia: una conversación madura, informada y consciente de la historia que nos trajo aquí y de la responsabilidad que tenemos con quienes vendrán después.
Quienes han vivido esta comunidad por casi cuatro décadas, como usted, guardan una mirada que es patrimonio. La memoria viva de lo que fuimos, unida a la claridad sobre lo que podríamos llegar a ser, tiene un valor incalculable en cualquier proceso de planificación. Coincido plenamente con usted: no se trata de catastrofismos, sino de decisiones; no de detener el progreso, sino de definir hacia dónde queremos que avance.
Las Terrenas todavía está a tiempo. A tiempo de corregir inercias, de reconciliar intereses, de elevar el debate por encima del cortoplacismo político y económico, y de construir un modelo donde bienestar y sostenibilidad no sean dos polos en conflicto, sino los pilares de una comunidad moderna, resiliente y orgullosa de su identidad plural.
Tiene razón: la democracia no termina en las urnas. Se practica en la conversación diaria, en la participación informada, en la vigilancia ciudadana y en la capacidad de soñar en colectivo. Y es precisamente esa visión de largo plazo la que puede evitar que lo que hoy es un paraíso —diverso, humano, lleno de magia— se convierta mañana en un espacio irreconocible.
Gracias por sus palabras, su apoyo y su disponibilidad. Necesitamos voces como la suya para que Las Terrenas encuentre el equilibrio entre su esencia y su futuro.
Cuenta conmigo también para continuar este diálogo y aportar, desde nuestro rol, a un destino que merezca llamarse progreso.
Con admiración y respeto,
Rafael Enrique Correa