sábado, 16 de agosto de 2025

Nagua sin energía: cuando el pueblo pierde y el gobierno falla


Por Rafael Enrique Correa 
Comunicador y Director de la Revista Chocolate

En Nagua y en cada rincón del Cibao, las noches se han llenado de oscuridad y calor. No hablamos de un apagón aislado: es una cadena interminable de cortes que, en el último mes —y con más crueldad esta semana— han convertido la vida diaria en un suplicio.

La doña que vende helados vio cómo su mercancía se derretía frente a sus ojos, perdiendo en minutos el trabajo de todo el día. El estudiante nocturno terminó su tarea bajo la luz temblorosa de una vela, sudando mientras su abanico descansaba… apagado. En los colmados, la carne se daña y el hielo se convierte en agua. En los talleres, las máquinas se quedan mudas. Y el dueño de una microempresa se lo piensa dos veces antes de abrir, porque aquí un apagón no solo apaga las luces: apaga las ventas desde que se abre la puerta.

El martes 12 de agosto, la Unidad 2 de Punta Catalina —una de las plantas más grandes del país— dejó de producir por una avería en la caldera. Eso significó 360 megavatios menos justo cuando el 13 de agosto vivimos el mayor consumo eléctrico de la historia por el calor sofocante. En el Cibao, la situación se agravó con trabajos y mantenimientos en la red de EDENorte y ETED.

Pero aquí está la verdad: el problema no es solo un tubo roto o un récord de demanda, es una pésima gestión administrativa. No se planifica, no se mantiene, no se comunica con transparencia. Tenemos funcionarios que no funcionan, más pendientes de justificar su puesto que de garantizar la luz que pagamos mes a mes.

Y mientras ellos reparten excusas y promesas de megavatios “para dentro de unos meses”, nosotros vivimos el presente: calor, pérdidas económicas, niños sin poder dormir, adultos mayores sofocados, empresarios apagando neveras para ahorrar lo que ya no se ahorra.

En cualquier país serio, una crisis eléctrica de este tamaño obligaría a los responsables a dar la cara y, si fuera necesario, dejar el cargo. Aquí, en cambio, el guion es siempre el mismo: las mismas caras, las mismas excusas, los mismos resultados.

Un apagón no solo apaga bombillas: apaga ventas, apaga empleos, apaga oportunidades. Y el pueblo, que paga una de las tarifas más altas del Caribe, sigue siendo el oprimido, el que soporta y calla mientras se burla su paciencia.

La luz es un derecho, no un favor político. Si quienes administran el sistema no pueden garantizarlo, que se vayan. El país no necesita gerentes de excusas; necesita servidores públicos que funcionen. Y hasta que eso no pase, cada apagón será la prueba de que la República Dominicana sigue a oscuras… no por falta de sol, sino por falta de responsabilidad.
 
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Comunicador con 21 años de experiencia
Director de La Revista Chocolate 
Especialista en temas sociales, económicos, culturales y turísticos del noreste de la República Dominicana. Miembro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) y de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (ADOMPRETUR). Miembro certificado de la International Federation of Journalists (IFJ).

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