Comunicador y Director de La Revista Chocolate
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Samaná, Tierra de Puertos: La Historia Real del
Desarrollo que Ya Comenzó
Samaná está viviendo un momento histórico, y muy poca
gente lo está entendiendo con claridad. En menos de una semana —y casi sin que
la prensa lo explicara bien— se anunciaron dos proyectos portuarios distintos,
con ubicaciones, alcances, tiempos y propósitos totalmente diferentes… pero que
juntos pueden cambiar para siempre el destino del Nordeste dominicano. Y cuando
digo cambiar, no hablo solo del turismo: Hablo del empleo local, de la
microempresa, del comercio, del transporte, del valor de las propiedades y del
futuro de nuestras comunidades costeras. Por eso, más que una noticia, lo que
voy a compartir contigo es una conversación honesta, sentada en la mesa de
nuestra comunidad, donde te explico sin misterios, sin tecnicismos, y con todos
los detalles, lo que realmente significa que Samaná tenga dos puertos de cruceros en desarrollo al
mismo tiempo.
El primero es Samaná Bayport, ubicado frente al pueblo de Santa Bárbara, en la misma bahía. Este es el que veremos funcionar primero. Es un proyecto inmediato, diseñado para recibir cruceros desde la temporada 2025–2026. Cuando hablamos de este puerto, hablamos de un espacio que transforma la experiencia del visitante desde el primer minuto: Un muelle moderno para tenders, zona comercial, restaurantes, áreas verdes, facilidades turísticas, transporte organizado, servicios de primeros auxilios y un flujo continuo de pasajeros que pueden llegar a diez mil personas en un solo día cuando esté operando a plena capacidad. Este puerto es la respuesta a lo que por años la comunidad pidió: Estructura, orden, belleza y funcionalidad para recibir al turista que desembarca en nuestra bahía. La inversión inicial ronda los doce millones de dólares y su operación ya tiene fecha: Octubre de 2025. Para que lo entiendas simple: Este es el puerto que va a trabajar ahora, que va a mover cruceros ya, que va a activar la economía del pueblo y que va a generar los primeros empleos inmediatos en Samaná.
El segundo proyecto, en
cambio, es otro universo. El Puerto Duarte
en Arroyo Barril es un puerto completamente diferente, ubicado hacia
el área del antiguo aeropuertico de Arroyo Barril, y desarrollado bajo un
modelo de Alianza Público-Privada (APP). Este puerto no es para mañana: Es para
el mediano y largo plazo. Su transformación fue adjudicada a inversionistas
privados con supervisión del Estado, y su primer crucero está proyectado para
noviembre de 2026. Aquí estamos hablando de un proyecto de mayor envergadura,
con un impacto territorial más amplio, capaz de generar más de mil quinientos
empleos directos y más de tres mil quinientos empleos indirectos. Su visión no
es solo recibir cruceros: Es convertirse en un polo de desarrollo que pueda
sostener todo un corredor turístico desde Samaná hasta la provincia María Trinidad
Sánchez.
Y aquí es donde quiero
que pongas atención: No es el mismo
puerto en dos etapas. No. Son dos
proyectos completamente distintos, con dos filosofías diferentes y dos
ritmos diferentes, pero en la misma provincia. Samaná Bayport es bahía, pueblo,
acceso inmediato, en uso ya. Puerto Duarte es expansión, futuro, impacto
regional, grandes inversiones y una mirada hacia 2030 y más allá. Que ambos
hayan sido anunciados en una misma semana no significa que uno sustituye al
otro. Significa que Samaná está entrando en un momento histórico donde se está
construyendo una infraestructura portuaria que ninguna otra provincia tiene: Dos
puertas diferentes que se abren al mismo mar.
Ahora hablemos de lo que
esto significa para ti, para mí, para la gente de nuestras comunidades.
Primero, el empleo. La llegada
de uno o varios cruceros en un día mueve transporte, guías, excursiones,
lanchas, taxis, restaurantes, artesanos, vendedores, fotógrafos, pescadores,
motoristas, minibuses, cafeterías y todo lo que un visitante consuma en cuatro
o seis horas. A veces la gente piensa que un crucero deja poco. No es así. El
crucerista promedio en el Caribe consume alrededor de cien dólares por visita,
y cuando tienes tres o cuatro cruceros a la semana, eso multiplica el ingreso de
docenas de familias. Con Bayport funcionando desde este año, las oportunidades
serán inmediatas. Con Arroyo Barril entrando en operación en 2026, la región
tendrá un segundo motor que generará empleos más especializados y más estables.
Segundo, la microempresa. Aquí está el gran tesoro.
Lo que más me emociona de estos proyectos no es el barco que llega, sino la
cadena económica que puede mantenerse todos los días gracias al turismo.
Imagínate una familia de Los Cacaos que produce cacao prensado artesanal, otra
que hace aceite de coco virgen, otra que sirve pescado fresco en un mirador
improvisado frente al mar, otra que trabaja excursiones hacia Los Haitises,
otra que tiene un pequeño transporte turístico desde Nagua… Cada vez que un
crucero llega, todo esto se puede activar. Y cuando la llegada sea constante
—porque tendremos dos puertos funcionando de manera complementaria—, la
microempresa puede dejar de vivir “del día que llegó un crucero” para vivir de
un flujo continuo de visitantes. Esto, bien manejado, es una revolución para la
economía local.
Tercero, la plusvalía. Y aquí te hablo como
comunicador y como ciudadano: Cuando una zona pasa de ser costera pero
subestimada, a convertirse en un distrito turístico ordenado, el valor de las
propiedades se dispara. En los próximos años veremos terrenos, casas, locales y
espacios comerciales en el malecón de Samaná, en Arroyo Barril, en La Pascuala,
en Las Garitas, en la carretera que conecta hacia Nagua, valorarse de manera
importante. No porque sí, sino porque la infraestructura turística —cuando es
seria y sostenida— multiplica el valor inmobiliario allí donde se instala. Esto
puede ser una oportunidad extraordinaria para muchos, pero también un
recordatorio de que nuestras comunidades deben prepararse para no ser
desplazadas, sino beneficiadas. La planificación comunitaria debe andar a la
par con el desarrollo portuario.
Ahora, todo este proceso
no ocurre aislado. Forma parte de la visión de país que tiene la Autoridad
Portuaria Dominicana (APORDOM), el Ministerio de Turismo y la Dirección General
de Alianzas Público-Privadas, que buscan posicionar a la República Dominicana
como un hub de cruceros del Caribe. Ya lo vimos con Puerto Plata: Amber Cove y
Taino Bay cambiaron la historia de la ciudad. Ahora el turno le toca a Samaná.
Y si Samaná crece, crece Nagua, crece Cabrera, crece Río San Juan, crece todo
el litoral noreste. Porque cada visitante que desembarca en la bahía o en
Arroyo Barril necesita transporte, comida, artesanía, excursiones, guías,
experiencias auténticas… y todo eso lo produce la comunidad.
Por eso, lo que está
pasando ahora no es simplemente que vienen cruceros a Samaná. Es algo más
profundo. Es un acto de renacimiento económico. Es una oportunidad de oro para
preparar a nuestra gente, organizar nuestras microempresas, mejorar nuestros
servicios, unir fuerzas entre provincias hermanas y elevar el nivel de lo que
ofrecemos como destino. Y es también una advertencia de que debemos hacerlo
bien: Que la riqueza no se quede en el muelle, sino que llegue a las manos de
nuestra población.
Dos puertos. Dos ritmos.
Dos filosofías. Un mismo destino.
Samaná se abre al mundo, y nosotros como región y como comunidad tenemos la
responsabilidad y el privilegio de abrirnos con ella.
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