domingo, 16 de noviembre de 2025

Dignidad en Tiempo de Views


Por: Rafael Enrique Correa
Comunicador y Director de La Revista Chocolate


Hoy escribo sin guion y sin escudo. Escribo como un dominicano que mira a su país y siente, al mismo tiempo, orgullo y preocupación. Porque hay momentos en que una nación se revela en pequeños gestos, en decisiones aparentemente simples, en eso que hacemos cuando creemos que nadie observa. Y, últimamente, hemos decidido observar… pero para grabar.

He visto imágenes que me han estremecido: Migrantes haitianos sin documentos corriendo por miedo, y dominicanos siguiéndolos con un celular como si se tratara de un espectáculo improvisado en plena calle. No estaban grabando para informar. Estaban grabando para entretener, para viralizar, para convertir la angustia humana en moneda digital. Y en esa línea tan delgada entre mirar y capturar, algo profundo se nos está deshaciendo entre los dedos.

No hablo aquí de política migratoria; ese es el terreno del Estado. Hablo de algo más íntimo, más revelador: La manera en que tratamos al vulnerable cuando tenemos una cámara en la mano. Hablo del instante en que la dignidad deja de ser principio para convertirse en contenido.

Nuestra Constitución —esa que a veces citamos sin sentir— lo expresa con claridad moral: La dignidad humana es inviolable. Un ser humano no es material audiovisual. No es un clip. No es un título para un canal. La dignidad no se captura: Se respeta. Y sin embargo, la estamos subastando al mejor postor de vistas, likes y monetización.

Hay un error muy común, casi ingenuo: Creer que YouTube es territorio neutral, que al subir algo allí, la responsabilidad se disuelve. Pero no existe frontera digital que borre un acto cometido en suelo dominicano. Todo contenido grabado aquí responde a nuestras leyes: Las que protegen la intimidad, las que sancionan la exposición indebida, las que defienden a quien menos poder tiene en la sociedad.

Lo que me inquieta no es solo lo que ocurre, sino lo que no ocurre. La ausencia. El silencio institucional.
Espectáculos Públicos, Cultura, el Ministerio Público… ¿En qué momento renunciaron a su papel de guardianes simbólicos de nuestra convivencia? ¿Cuándo decidimos que la crueldad era un entretenimiento legítimo? ¿Cuándo dejamos de distinguir entre contenido y violencia?

Y sin embargo, la consecuencia más peligrosa no está en la ley, sino en el espejo. Porque esta conducta tiene un costo que trasciende fronteras. Somos un país que vive del mundo que nos mira: Del turista que confía, del inversionista que apuesta, de la hospitalidad que nos define. Y hoy arriesgamos que nuestra reputación se manche por nuestro propio descuido moral. Las imágenes viajan. Las etiquetas se adhieren. La deshumanización no necesita pasaporte para cruzar océanos.

Pero hay algo aún más profundo. Algo que toca fibras íntimas: Millones de dominicanos viven fuera. Muchos conocen el miedo, la incertidumbre, la falta de papeles. Muchos han corrido también. Y pienso:
Si mañana se viralizara en Nueva York un video de dominicanos siendo perseguidos, humillados, grabados para burla pública… ¿Cuánto tardaríamos en encender el país? ¿Cuánto tardaríamos en exigir respeto?
¿Cuánto tardaríamos en recordar que también somos migrantes?

Lo que no queremos que le hagan a un dominicano afuera, no se lo hagamos a ningún ser humano aquí.
Esa es la ley más profunda: La que se escribe en la conciencia antes que en cualquier código.

Lo digo con el peso de los años en comunicación: El buen periodismo no destruye, no expone, no hiere. El buen periodismo ilumina, acompaña, humaniza. Lo demás es ruido. Lo demás es basura envuelta en “trending”. Lo demás es violencia con música de fondo.

Por eso hoy levanto la voz. No para dividir, sino para recordar. Para pedir que las instituciones cumplan su papel. Para invitar a los gremios a recuperar el honor de la comunicación. Para recordarnos que un país es tan fuerte como la forma en que cuida a quienes menos pueden defenderse.

República Dominicana es un país inmenso en corazón y en capacidad de amar. No abandonemos esa herencia. No reduzcamos nuestra humanidad al tamaño de una pantalla. No permitamos que la indiferencia se convierta en costumbre.

Porque, al final, lo que está en juego no es un video.
Es quiénes somos cuando nadie nos obliga a ser mejores.
Es cómo tratamos al más frágil cuando nadie nos está mirando.
Es el alma misma de la sociedad que queremos dejar a los que vienen detrás.

Gracias por leerme.
Y ojalá este mensaje no se quede en palabras, sino en conciencia.

________________________________________


Comunicador con 21 años de experiencia. Director de La Revista Chocolate. Especialista en temas sociales, económicos, culturales y políticos del noreste de la República Dominicana. Miembro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) y de la Asociación Dominicana de Prensa Turística (ADOMPRETUR). Miembro certificado de la International Federation of Journalists (IFJ). Reconocido como una de las voces más activas en la promoción del turismo y el desarrollo comunitario de María Trinidad Sánchez y la Costa Norte, donde combina una comunicación rigurosa y comprometida con una narrativa cultural que conecta comunidad, diáspora e identidad dominicana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En la Revista Chocolate valoramos cada palabra y cada opinión.
Muy pronto nos pondremos en contacto contigo si es necesario.

📬 Mientras tanto, te invitamos a seguirnos en Instagram [@revistachocolate] y a descubrir más historias que merecen ser contadas.

ComicCon República Dominicana 2025: El fin de semana donde el Caribe se volvió multiverso

  Por Lia Gashmi Correa Santo Domingo, noviembre de 2025 . El año pasado caminé por esos pasillos de luces y colores como quien entra a o...